jueves, 24 de diciembre de 2009

FELIZ NAVIDAD, OS DESEAMOS RAFAEL CRUZ Y MARTA ANTONIA SAMPEDRO


Hay una Navidad


que siempre está en crisis:



La Navidad del explotado,


la Navidad del hambriento,


la Navidad de los cautivos.



La Navidad de los seres compraventa.



Sus Nochebuenas son cadenas


de bombillas que jamás revientan


y los deslumbran de indigencias.


Tras sus esperanzas perdidas se quiebran


en aguas agrias y desolados desiertos


por la señal insistente de las miserias.



Hay un deseo eterno


entre ideas y más ideas


de quien lucha por todas las Nochebuenas:


Buena voluntad para con los hombres,


ese ángel anunciador tan inocente;


pero ellas y ellos protestan y agregan:


De buena voluntad... sin etiquetas.



Desde Los Andes a las selvas,


en las callejuelas de los mundos


clasificados por rentas y sus crestas,


donde las criaturas yacen en gritos


en mercancías de la maldad


que pocos frenan ni en Nochebuena.



La Navidad que está en milenaria crisis,


la que se esconde en las cuentas


de las injusticias y las globalizaciones,


esa es la Navidad que preside


tantas y tantas caídas mesas...



Nació Jesucristo en un pesebre,


es por todos conocido


que es lugar para bestias.


Pero no fue el único que naciera pobre,


suerte tuvo de criarse con dignidad de hombre.



¿Quién luchó antes de nacer Cristo?


Para que su Nochebuena


también fuese de crisis...,


aunque no sus ideas.



¿Quién lucha después de Cristo,


para que las noches sean para todos buenas?




domingo, 13 de diciembre de 2009

Un cambio liberador, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz


Tú eres un olivo y yo un almendro.

Diciembre y te apalean.
Julio y me quemo.

Alguna vez, amor,
el cambio climático permita
que tus ramas doloridas
y mis hojas mortecinas,
se encuentren en las olas
que aún no tienen
las tierras sedientas donde te miro
y tú me miras.

De la obra de la autora, “Reverso Calamitas”.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Bien vivirlo, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz


Dijo Goytisolo José Agustín
que pensaba en ella escribiendo,
y en sus versos en todos pensaba.

El poeta en su mundo incomprendido
más expuesto que perdido
lanza la voz escrita
rayando un momento y su motivo.

Amor, soledad y olvidos,
valentías y afanes sencillos
guerreros de los recuerdos
que no encuentran su sitio.

Recopilando melodías descompuestas
mordemos la noche y los días
agotando la lengua partida.

En qué pensamos realmente
sino en nosotros mismos
no comprendiendo la vida
que heredamos por sílaba,
que viendo caos avisamos camino
y la paz no existe para bien vivirlo.

De la obra de la autora, “Reverso Calamitas”.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Te he visto pasar..., de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz

Te he visto pasar…

… Pasar por tres segundos.

Un segundo eras tú.

Dos segundos y era yo.

Tres segundos
y no éramos nada,
sino tres segundos.

Del libro de poemas de la autora, “Días en Singapur”.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Viaje nocturno, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz


Si tú me esperases al final
de este viaje nocturno…
Si al quedar quietos estos vaivenes
de comida ensamblada,
hierro, luz, ruido,
ánimas mirando qué noche avanza
abocada al desnudo de olivos…

Si supiera, amor de mis adentros,
que al caer mi maleta
en este andén vencido de llamarte,
y a recogerme en pedazos
mi corazón convertido
en inservible calendario,
asomes con tu pelo trigo
para llenarnos la sonrisa
que ayer formamos…

Y esas manos tuyas
encallecidas de miedos
liberasen la contraseña de ayer,
y dijéramos “qué tal el viaje”,
sabiendo que las luces tenues
no son estrellas caídas,
sino noche que termina,
relojes en la meta,
y fin de un trayecto
que aplazado espera…

viernes, 13 de noviembre de 2009

sábado, 7 de noviembre de 2009

Canción diurna para quien no duerme, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz

En los cantos de las mañanas

los hombres persiguen avaricias.

Como los vuelos de gaviotas

sobre los edificios acechan.

Buscan oro, tierras, monedas,

amor, penas, troncos de miserias...

A diario observo que jamás cesan,

su límite se expande

al compás de su riqueza,

y dicen tonta a quien piensa,

y raro a quien no duerma.

Los escucho hablar, mentir,

parpadear y amasar tronos de arena,

donde sentarse a juzgar

el vuelo de sirenas migratorias

de mar a tierra,

las letras de cambio,

el esfuerzo de romper

los pecados menores,

agrandando los bárbaros.

Son cantos que ensordecen

letanías sinceras

-quiero un amor que muerda,

rompa, vuele,

bese mis labios de piedra-.

Y en la noche

me aturden sus quejas,

ellos duermen

la espera del amanecer,

indican ninguna senda nueva,

sólo la luna familiar

iluminando cualquier ventana

los observa.

Duermo despierta.

Y con los ojos abiertos

formo sueños,

alternativas, recuerdos,

fantasías a tinta que expresen

mis manos caídas

de tanta y tanta guerra.

No son nadie los soldados

que no duermen.

Perseguidos por canciones diurnas

se acobardan al frente

de la vida,

las campanadas a ninguna misa,

andar por fracasadas cimas,

bebiendo en vasos vacíos,

o flores marchitas comiendo

en papel de cenizas...

Que te ofendan las melodías

que digan siempre

la medida perfecta

de la espiga que dé pan,

o herida

-insisten sobre las almohadas,

bajo las camas se ocultan de día

y surgen a oscuras,

vigías de una misma guía-.

Quisiera,

si me ampara aún

el hechizo de querer,

quisiera dormir dormida,

visitar al sueño que nada diga,

donde me adentre la pereza,

cualquier defecto que hubiera

se apoderase de mi senda

a letras de nanas

sin estrellas muertas.

Y sentirme nacer, morir,

nada, a fin de cuentas,

que ningún reloj determinara

por encima de estar viva.

Del “Cuaderno de Marta Antonia”. “Cuadernos de Penélope”.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Hízara, dónde tu nombre, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz


Esta mañana, mientras dormía,
un grupo de sirenas
abrieron paso a la nave.

Henchidos de emoción los hombres
su rumbo siguieron
hasta que arribado hemos
a un lugar desconocido.

Perdidos. Encontradas ellas.

A pesar de mis advertencias,
los cantos de sirenas aturden
y convencen al más valiente.

A cubierto de voraces gaviotas
y alcatraces sus armas han usado
para huír del lugar.

Desperté en un flotar de pájaros,
plumas abatidas. Sangre y mar.

Gemían las sirenas, reclamo de monedas.
Placer y tormento.

Alejados a toda máquina,
el horizonte mostraba un cartel
en los idiomas usuales del mar:
“Club para navegantes.
Se admiten tarjetas de crédito”.

El mar de entonces,
de las grandes odas de poetas
y prosas de misterio, dirigido es
por contables de gotas corporales.
Secuestran sirenas que a comisión explotan
amarradas a drogas y documentaciones legales.

A salvo, la bronca, ha sido en serio:
¡En el próximo atisbamiento,
no actuéis como animales de tierra!
¡Avisadme!
Tal vez encontrar pueda
entre ellas, a alguien que ya olvidé.
Tiene viva mirada, y blanca cola
de novia, timón a mi espera.

Ellos dijeron:
-Sabemos de quién hablas.
Por las noches, entre sueños, la llamas.
Dices, sudoroso y trémulo:
“Hízara, Hízara...”.
Pero no estaba en el grupo.
Todas reían soeces palabras.
Ella, llorado habría al ver
semejante vulgaridad.
Nuestra vida daríamos porque despierto
hablases con ella y la desposases
sin más trámites que vuestra llamada.
El poeta haría de padrino-.
Dijo éste:
-Bueno, no tengo autoridad-.
Ellos respondieron: Tú te callas.

Su voces me recordaron
el nombre de esa sirena.

Qué será de ella, cuando no vive
en mis errantes sueños de hortelano y pesca.

“Hízara”..., repetían los hombres.

Un nombre ahogado en el aire
que ellos me traían resucitado.
Boca a boca.
Labio a labio...
“Hízara”...

Fue una suerte contar
con una tripulación
como la formada.

Tan débil para los deseos,
pero con sensatez
de romanticismo a mar.

De la obra de la autora, “Bitácora de errantes”.

jueves, 29 de octubre de 2009

En las calles negras del ciprés, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz


La noche era de agua y sombras,
posando el aire en mis labios
la tibieza de querer vivir
y los nombres perdidos.

Desarmados como puzzles carcomidos
y sin más timbrada voz
que un cierre de candados,
la mirada de todos los pasados
era su compañía de exilios,
para renacer tan sólo ojos
donde vivir nada vivía.

Me acunaba una anciana
perdida en las calles negras,

abrazaba yo a un hombre
perdido en las calles negras,

tomaba mi mano un joven
también perdido en las calles negras.

¿Y dónde queda la sombra
del que muere a ciegas sin amor
y sin camino?,
preguntaba en sus calabozos la noche
en las ramas de los cipreses
y el sueño de las piedras frescas.

Pero ninguna mano sujetó la razón
del suspiro ínfimo.
Toda idea o palabra se dispersaba
como las bandadas de aves blancas
de todas las calles negras.

Como el agua entre los dedos
se escurría un súbito eco
de los ahogados desnudos
y su dañada belleza.

La luna removía las aguas turbias.

Sálvame del olvido.
Acógeme en tu recuerdo.
Di mi nombre de nuevo.
Abrázame soy un niño.

Y en ese instante me alejé
de la noche de agua y sombras,
dejando tras de mí las voces
de los silencios más antiguos
y la piedad de las ausencias,
con sus alas de ciprés
y sus calles negras.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Desde los tiempos fue la lluvia, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz

Desde los tiempos fue la lluvia,
cuando los aguaceros terribles cayeron
de la paz insomne y la armonía muda.
Todo quedó en calma y sangre
y así como en pantano negro
sonaron palabras vanas
sin amor y sin lamentos,
sólo las gotas se oyeron.
Naufragaron los pensamientos
desgastados por las veredas del llanto
cuando yo vendía mi alma
por olvidar el agua caer y caer
contra el suelo y frente al hielo.
Las sombras blancas del miedo
que jamás abonaran desiertos
segadas fueron cayendo
y nadie -ni siquiera yo-
las recogía para mi consuelo.

Desde antes de los tiempos fue la lluvia,
noviembre la trajo siempre a mi lecho,
y en los atardeceres que son noche
y mares entre recuerdos,
regresa el desamor y los sosiegos
que ya no duelen porque están quietos.

¿Adónde se fue el amor y su destierro?

Noviembre se llevó el dolor
y el amor que inundó mis horas
desde antes de los tiempos.

Llovía y llovía.
Sin yo saberlo.

domingo, 18 de octubre de 2009

El pan de cada día, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz

Esperando en la acera
a veces pasa, que vienes,
con tu juventud perdida y asomas
tras de mi aparente valentía,

y me dices en las bocas
de aquellos que aún dormitan,

Hermana, yo estuve,
Hermana, yo fui,
Hermana, te acuerdas...

En ellos veo tu recuerdo
de niño huyendo y escondido,

llevan tu trozo de vida
en la limosna de sí mismos,

en mi agenda laboral no escribo
más que sendas y horarios,

pero me acompañas en los dedos
por cada voz que no cesa,

-Dame un euro-
-Dame para el bus-
-Tengo que hacer una llamada-

¿Acaso no es vida
lo que buscan a gritos?

El pan de cada día
nos libre de andar perdidos,

sin la mano que nos guíe,
sin una sombra que alivie,

en la acera los veo pasar
y vuelves hermano tan vivo,

alguna vez fueron niños,
muchachos alegres y sencillos,

teniendo la potestad al servicio
del tizón que dibuja olvidos
pero alguien recordó el camino,

-Amiga- me dicen los desconocidos,
-Señora- cuando saben que algo llevo,
-Oye tú- esos nuevos,

y en cada acento yo te veo
tan lejos de lo cierto y quieto.

Arriman su bolsa del tendero
como guarda tesoro viejo el joyero,

y con el mendrugo tierno
se comen su soledad sabiendo
que todo queda en deseo.

El pan de cada día
nos libre de no sentirlos.

A veces pasa, que vienes,
y vuelves a ser ellos,

te traen a casa y te dejan
en la alacena de la vida,

donde hay más que pan de cada día,
también hay letras, sonrisas, penas,

pasas el día con tu hermana,

entre los libros, mensajes, fotos de familia,

y dejas las calles
para descansar de los rostros
que tanto necesitan
un poco más, ay, un poco más,
que el pan de cada día.

De la obra de la autora, “Reverso Calamitas”.

domingo, 11 de octubre de 2009

Mientras Copérnico trazaba líneas, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz


Fue extraño mientras duraron los días,
que su beso raptara tus miedos
que tu silencio desvaneció sus gritos,
quitarse de en medio del caos humano
fue extraño mientras Copérnico trazaba líneas,
e ignorando eso del mundo en movimiento
quedó el resumen de un espacio
y un brasero para el crudo invierno,
que nada se detenga y se concrete
exhaustivamente la vida a secas
fue sencillo mientras las albas bendecían
que dos se amen hasta las uñas,
luego cogiste tu aligerada mochila
de sueños concretos con su fuerza
y ella quedó en el lugar testigo
del milagro en las tinieblas del beso
esperando marzo por esperarlo.
Y partiste tan calmado
y llegaste tan distinto soldado
con tu uniforme de piel amada
y tu olor de jazmín de enero
a las tierras frías del miedo,
que todos se preocuparon por tu vida
y en las urgencias de los cambios
diagnosticaron enfermedad de algo raro,
el mal de las paces repentinas,
analizaron tus palabras nuevas
inspeccionaban tus imparables sonrisas,
más sano parecías en tu regreso de heridas,
hasta que hallaron un motivo
la causa de tu alegría ofensiva,
evaluaron bacterias nuevas para sanar tu risa,
descartando que era amor la causa
de tu reencarnación imprevista
y las alarmas padecieron ansiedad y prisa.
Y ahora mueres con el beneplácito
de la costumbre antigua y clásica
atrincherado en paredes que son tristes
como antes de los extraños días,
soñando que entre las armas y la muerte
aparece alguna vez a recordarte
un despertar de caricias tibias,
aun sabiendo que a millones de sílabas
y de tanques y de locuras explosivas
muere sin tus abrazos una hoja de oliva
en campos que ya no existen
porque el sembrado fue a escondidas,
mientras sube las persianas
y entran los suspiros de las golondrinas
y Copérnico tenía razón
hasta en sus líneas más torcidas.

De la obra de la autora, "Cuaderno de una poeta obrera”.

sábado, 3 de octubre de 2009

Sombra quebrada, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz


Sé que puedo quererte menos.
Recoger tu sombra ida
y enterrarla en mi desierto.
Que la asalten lagartijas,
zorros, águilas;
que al pasar la rocen
vencejos viejos entregados al camino
con los ojos cerrados,
caídos, abiertos.

Quererte menos viendo las nubes
gris cemento seco echado a los besos,
los cielos plateados, naranjas las sendas
de aviones quietos,
muertos los rugidos de la razón.

Si me propongo en serio
serme sincera de una vez,
la vez que siempre dejo
para un después que temo,
y echarte al mar la sombra
que me persigue en el aliento,
llamándote a escondidas,
callando que no quiero...

Quererte menos,
echar por los suelos
ese juramento ateo
de ser amantes siempre,
jamás intuidos a fuego
dos árboles que se arriman,
en la noche buscan hueco
donde borrar los sentidos,
a brochazos decidir
ese querernos menos.

Ay, qué amor amargo
por sincero me taló mujer,
ave de recuerdo, acera sin paseo
en este silencio de cuerpo,
donde el pensamiento dicta
qué será de mí,
sino quebrada sombra tuya
cuando emprenda decidida
ese quererte menos.

Del “Cuaderno de Marta Antonia”, “Cuadernos de Penélope”.

martes, 29 de septiembre de 2009

Nubes, de Marta Antonia Sampedro y fotografìa de Rafael Cruz


Obrero del algodón,
no intentes atrapar
el sonajero blanco
que a las nubes vuela,
no queriendo
a tu canasto ir.

Son nubes sin raíz
que en tu sudor
reclama el cielo
y habitantes abstractos
del viento.

Déjalas marchar,
obrero hambriento,
viajar por los mundos
que las reclaman
en susurros
de tranquilas ballenas,
mapas caprichosos
que te observan.

Verás cuán agradecidas
las nubes pequeñas son.

Crecerán nutriéndose
de tus sueños más sedientos;
plácidas sombras te harán,
esparcidas en imaginarias pinturas
que a tu memoria
acudirán de día,
atentas a tus secretos.

Y en las noches
de la industria,
de tus nubes apresadas,
nocturnas y tristes,
teñidas con veneno,
te acunarán, jornalero,
con nanas de luna blanca,
formada para tu deseo.

martes, 22 de septiembre de 2009

Cada cual un mundo, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz


Del otoño nace el viento
del ser humano la idea.

Vuelan por la plaza
las hojas que emigran
al eterno invierno.

Dice la jardinera triste
qué bien, podaré menos.

Dice el barrendero alegre
más trabajo si ya tengo.

La poeta las ve volar,

llueve otoño en hojas
y se vacía el cielo...

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Once tequilas y una brújula, de Marta Antonia Sampedro


A José Rafael Cruz.
Tus once tequilas para tu estancia en Japón, y la brújula de la amistad para que nunca te sientas solo. Para ti, chulo.


Mientras los pájaros arañan ramas
despidiendo agosto y sus quejidos,
el sol desaparece tras el edifico
horrible y verde de la imparable codicia,

mientras observo que la Humita
es una criatura que en esta plaza
corretea por el parque como cualquier niño
con su madre antirracista
aunque el ayuntamiento sancione
que dios creara otros seres,

en los momentos que parecen subir
por mis pies
como avispas de cartulina
y este tiempo triste
donde son lejanas las despedidas
porque ya no existen
y se inventan perennes las bienvenidas,

mientras sé que retratas las caras
y los rostros genéticos de adeenes injustos
de tu vocación curioso y solo
y tu valor tímido,
en los recuerdos que guardan
las almas poderosas del dolor y la desidia,

mientras sé que en Colima tu lío con el mundo
es el mismo que mi lío con el mundo,

entre aves recogidas y abismos
pienso en once tequilas y una brújula
que te debo por no callarme a tiempo
y no excusarme por ejemplo con
no tengo ni un peso, dólar, euro,
y renuevo la risa dialogante
con la fácil deuda convenida,

y hasta el andar de estos gorriones
son largos caminos de invierno
y aunque debamos confeccionar sus alas
yo sonrío entre la tristeza y el olvido,

porque las brújulas son seres terribles,
porque jamás indican nada
que de verdad se busque,
y porque tú -es raro- pero las amas
toma pues tu nueva brújula.

Pero bebamos las once tequilas
en el espacio de estas sonrisas.

Se asemejan mucho según vuelos
a lo que pierde en las tardes el artista.
Y tanto, pero tanto, al agua de Colima...

miércoles, 9 de septiembre de 2009

También Dios se extraña a veces, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz



Y me dijo Dios:
¿De cuántas cosas te arrepientes?

Contesté:
De todas.

Él se extrañó
-también Dios se extraña a veces-:
-De todas no puede ser,
algunas has hecho buenas-.

Yo no me extrañé
-también los poetas a veces no se extrañan-:
-De esas también me arrepiento-.

Y me envió al infierno
con esta sentencia:
-Entonces las buenas
no eran verdad-.

Yo le contesté:
-Sí, en principio.
Pero no importaban-.

Y él siguió extrañado.
Yo, no tanto.

De la obra de la autora, "Reverso calamitas".

jueves, 3 de septiembre de 2009

Poema -o cuando no queda nadie-, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz



El mejor de los poemas
me lleva de la mano desde temprano
aunque ese día ser poeta no quiera
-todos tenemos días incompletos-.

Cuando sola visito la plaza
y los ángeles de bronce señalan
cielo pintado de sílabas vanidosas
que se desvanecen mayúsculamente
mientras sus aves burlonas las quiebran
entre el correr del agua plomada,

cuando paseo por los barrios pobres
y no hay dios o no lo veo de ninguna manera
pero encuentro a hombres y mujeres
que alguna vez creen haberlo saludado
porque bienestar social les ha dado bonos
para el pan de cada día
o un calendario con santo,

cuando pienso que los hijos de todas las madres
es posible que sepan que no solamente envejecen
años arrugas artrosis amnesias,
sino olvidos omisiones ológrafos perdidos
esos desamparos llamados tristezas aisladas
y regresan al beso materno y a las dudas.

El mejor de los poemas
a veces se escribe muy solo
aunque ese día no se quiera ser poeta.

Cuando amar es un abuso disfrazado
y en las tildes de la mentira resaltan en negrita
todos los mejores bufones acróbatas
de los paraísos más usados y vendidos.

Cuando los ejércitos maldicen los pueblos
a cambio de una migaja de poder
y dos bocados de disparos
se revolucionan los versos
de cualquiera que entienda de muerte fresca.

Cuando pienso que todos los poetas
llevan sus riquezas en un bolsillo estrecho
que de vez en cuando revienta por sus costuras
más tiernas,
y aún puedo ser la niña que fui
sin que nadie me compre con palabras
por no entender del redondez de monedas
sino de perros, dientes que caen, agua y piedras,
soldados de papel y generales sin banderas,
y los apartan de todos los sitios silenciosamente
porque valoradas del cero al diez
consideran inapropiadas todas las respuestas
de su comandancia en Letras.

Y luego llega la noche y sus sentencias
y se amontonan con sus ruidos
sus circunstancias y sus hazañas blandas
y se deben reunir calamidades y esperanzas
para dormirlas en sosiego anestesiadas.

Cuánto verso queda a las puertas del sueño
mas cuánto se pierde de día, entre los silencios.

Cuando ya no queda nadie sino el poeta
los modales quedan llenos de comparecencias.
Es entonces cuando se escribe
con los ojos cerrados
el mejor de todos los poemas.


De la obra de la autora, "Reverso calamitas".

martes, 25 de agosto de 2009

Ley Cero, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz



En Singapur,
el número mágico
es el Cero.

La boca de los besos,
los nacimientos de afecto,
los proyectos de muerte
y las lunas llenas siempre
entre nubes como vientres...

Los valores de vida
en círculo pasean
a pleno corazón redondo,
y el lenguaje está dominado
por la letra O,
vocal que impida combinar
Odio,
Orgasmo,
Otoño,
Obligación...

Todo es Cero,
y en Cero se piensa
en todos los destinos
desde el presente.

Los que habitan en el Cero
aceptan esta autoridad.

Meditan sus vidas
ante una calculadora,
y se sienten tan libres
que no necesitan valorar
el precio de su libertad,
porque éste
siempre es = 0.

Del libro de la autora, “Días en Singapur”.

martes, 18 de agosto de 2009

Partida en dos materias, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz


A veces, antes de dormir,
cuando las rodillas tocan vientre
y el vientre quiere pecho,
cuando los brazos acogen rostro
y el rostro cobija recuerdos
y se ven tan claros los ojos de los otros
en la oscuridad y los techos blancos,

a veces una piensa buscando el sueño
Dios mío, será un destino continuo
esta rigidez madura que me adviertes,
tendrás la santa impaciencia de recordarme
cada noche
cuántos momentos se pierden
irremediables y malditos
de letra y sangres,

que seas capaz de asignarme
muerte en el cuerpo
y vida en la mente,
partirme en dos materias.

¿Saberme piedra de cristal
y yerba regada y fresca,
árbol de desierto y pájaro en la cima,
nube de cemento y lluvia tibia?

Dios mío... ¿estás?

martes, 11 de agosto de 2009

Desmedidas, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz

Querida hija
la vida no es un invento
ni una manzana que golpea
una bombilla incandescente
ingeniería técnica
o genética,

la vida nos aprieta
es calzado ajustado
camisa de fuerza
corbata que ahoga
desierto sin oasis
barco sin velas
luceros que se alejan,

los días aparecen
de sorpresa en sorpresa
y sin amor somos piedra
o arena pisada
perros salvajes
o algodón renegrido
a tientas.

La vida es un recuerdo
que aún no ha nacido
ni quiere nacer
por sí mismo
y se enfrenta
con nosotros
jugando con los tiempos
nuevos o perdidos,

la vida es fuerza
molde de ilusión
persona fugaz
espacio para ella,
y a veces se desaloja
por derribo
ante la advertencia
de elegir muerto o vivo
y hacemos lo sentido.

En las hojas caídas
se aprende de la vida,
es de humanos comprobar
adónde se van
los esfuerzos de ventiscas
el curso de los ríos vacíos,
nunca se atina
o se desacierta,
la vida no tiene color
y no precisa retoques,
solamente empuje
intuida señal de veleta,
pasión o dolor que expresa
alguna ventaja puntual
que ha de tener
ser nada excepcional
y una vez se muera.

Parecerá mentira
la verdad,
ésta quimera
pero no importa,
somos cometas sueltas,
nubes de estaciones,
guerreras intrépidas
o soldados rebeldes
desnudas de ideas,

en sus magias desmedidas
la vida es misterio
pensamiento y acción,
opciones de ternuras
y a veces nada más
que instantes secretos
de las alas benditas,

sirva este adelanto
mientras ves
mi soliloquio de fantasmas,
que los poetas somos
rompecabezas o sombras,
alguien que perdiera la razón
la cinta métrica
y se empeñe en pesar el mar
valorar la frialdad
de los polos opuestos,
diseñamos amores
en vez de obligarnos a ser
vuelos sedientos
sin horizontes,

y así dormimos a solas,
cálidamente solos,
al amparo del cartón completado
a desmedidas sílabas
con puntos y final
casi siempre momentáneos.
De la obra de la autora, "Recuerdos y otros inventos".

domingo, 2 de agosto de 2009

Tú el primero, mírate..., de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz

Todos somos ilegales,
tú el primero, mírate,
ponemos atención
al final del documento,
vemos un garabato
y quedamos tan contentos
pero todos somos ilegales,

cuando asaltamos a otros
con pasquines de ilusiones,
cada vez que amamos
y nos destierran de los suspiros
y debemos de callarnos,
al abrir o cerrar la puerta diciendo
esta no es mi casa,
sino de un señor ricacho
que preside las acciones del banco,

todos somos ilegales
aunque no queramos nombrarlo,
el pan que sudamos es más
que aquel que servimos en privado
y el patrón nos bendice
lo que se queda siendo nuestro
que es también ilegal
el derecho al silencio,

todos somos ilegales,
a qué viene tanto discurso
negando horizontes
como dueños de la tierra y cielo,

todos somos ilegales,
desde el alba hasta el ocaso
buscamos nuestros papeles
desde el útero al cementerio,
por donde vayamos
el pecho nos pide oxígeno,
agua nuestra garganta,

porque somos ilegales
y sabemos que si nos registran
solamente tenemos cuerpo
temporalmente en trámites.

De la obra de la autora, "Reverso calamitas”.

sábado, 25 de julio de 2009

Pulsera de estrellas, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz


Vosotros le recordáis
que está muerta.

Era el mes de julio,
y una extraña nube
sobre tejado hundido
se abrió en aguaceros.

Ella ardiendo de vida,
y de vida quería su tiempo
sintiendo los sentidos.

Obrera de vosotros,
esclava reina de panal podrido
y miel amarga, queríais su muerte
para complaceros.

Os amamantaba
hasta sangrar los versos,
su alma agotada de recuerdos.
De sus pechos fluían besos
por un cuerpo que la amaba.

Era el mes de julio,
y la nube dirigió
cuanto de vida coloreaba,
partiendo hacia más nubes
sus latentes pisadas.

Una de las nubes
tierra fértil anunciaba:
la nube del Futuro,
fecundada de alegrías.
Simiente dulce y tierna
la nube de la Ilusión,
y la del Agua le abrió
pizarras húmedas
y canales por las venas.

Nieblas de humo,
tejedoras de sudario
otras nubes vinieron,
en cielos huecos del mundo.

Porque vosotros le recordáis
que está muerta.

Era el mes de julio,
el mismo en que naciera.
Antes de vosotros,
su vida partió de espigas
y jornaleros cuyos labios sujetaban
colillas apagadas de tabaco molido.

El mes de julio que segara sueños
a su padre dolorido en las eras,
con mujeres y hombres
que valían menos que bestias.

Vosotros le recordáis
que está muerta.
Al anochecer,
en su puerta publicáis
la esquela a tinta negra:
“No existe ella”.

Y en la madrugada,
nubes que de niña registrara
por su ventana se cuelan,
rescatándola de la pena
en balanceos de ayer
que al mañana despiertan,
ordenándole vivir, vivir siempre,
nunca muerta.
Las nubes de las Letras.

Saberse mujer que espera
y sueña.
Madre,
amante,
poeta,
obrera...,
o cuanto quiera ser
que no cumpliera.

Era el mes de julio.
Y al caer la tapadera
del ataúd que la lleva
echando la llave a la tierra,
vosotros dijísteis:
“Ahora sí estás muerta”.

Mas una pulsera de estrellas
venidas de la sierra,
giraba en su alma
de niña poeta.
Bailarina del agua.
Cometa de la pobreza.

Y no hubo más palabras,
sino que era el mes de julio
y no quiso morir,
por no hacer desprecio
a tan delicado regalo,
de su Nube Niñera.

Era el mes cualquiera,
cuando un jornalero
segando en la era, le dijo:
“Cuida tu letra, niña de nubes,
que tu padre la lea”.


Del libro de poemas “Cuaderno de Marta Antonia”, “Cuadernos de Penélope”.

sábado, 18 de julio de 2009

Aquello tan fugaz en una estrella, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz

Anoche pasó una gran estrella
sobre la plaza de Colón.

El agua quedó parada.
Los pájaros enmudecieron.

María quiso hijos
y educaba a su perrita tiernamente.
Julia pidió una casa
que tuviese alguien que le cocine
sus platos más extravagantes.
Rafael midió a qué altura
dialogan las luces relucientes
y fotografió el rostro del cielo
dejado por la estrella de los océanos.
El mendigo conocido
reclamaba su euro como siempre,
y la mayoría dudábamos
si esa estrella no era
algún avión y su accidente.

Los más soñadores quisimos
que vuelva aquello tan fugaz
que ya no vuelve:
que nuestra madre nos dé la mano
para medir los dedos,
que los abuelos nos cuenten
con su pañuelo húmedo
el día en que nacimos de un vientre.

Ninguna estrella puede
regresarnos a lo más amado,
y a pesar de todo somos
lo que luce el aire:
Amor, jazmín, amistad, un beso...
Y el recuerdo parte en dos el presente.

Anoche pasó que todos
nos quisimos ir a casa
con la fe puesta en una estrella
que en la plaza de Colón
nos dejó muy lejos.

lunes, 13 de julio de 2009

El sueño vuela, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz


Dame, paloma un sueño.
Que la tarde se aposente
tomando cuerpos.
Nos unirá el amor,
tan certero vuelo.

De la obra de la autora, “Recuerdos y otros inventos”.

miércoles, 8 de julio de 2009

Yo y mis cosas..., de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz

Yo y mis cosas,
me advirtió.

Y sus cosas qué importaban,
si era cuanto yo quería.

Su risa, su tristeza,
su pelo, su religión,
su ateísmo, su calvicie,
su salud, sus ideas,
su enfermedad, su indiferencia...

Ay, qué suerte ese etcétera
que con él apareciera:
la simbiosis, el parasitismo,
los paseos, los encierros
contando estrellas,
o cuanto quisiera
de esta mujer a su espera.

Pero sus cosas
eran su automóvil,
sus trapos con etiqueta,
sus casas y cartera,
sus hipotecas de vida,
y hasta su perra
con pedrigrí era él
para su pre-entrega.

Cuando entró a mi casa,
comparó qué era él,
qué yo era.

Se sentó en el sillón
-precisamente el que estaba roto,
era el único que había-,
y el asa de la taza se despegó,
al calor de un hirviente café.

Yo me reía con él.
Y él lloraba conmigo.

Para él, también yo era
yo y mis cosas,
incluida mi gata de yeso,
con los ojos de canicas verde y azul,
y me dijo adiós por las buenas,
ni siquiera un hasta luego,
nos vemos.

Qué podía hacer yo,
si no tengo más que letras
que necesitan de papel,
anticipado por colegas y poetas
-pero son muy buenos,
ni me lo apuntan, al menos-.

Cuando devuelva mi préstamo
de dinas cuatro y bolígrafos,
le enviaré este poema.

Por si acaso ahora
sólo se tiene a él,
y mi gata lo aprueba
-lo arañó saliendo por la puerta-.



Del “Cuaderno de Marta Antonia”, “Cuadernos de Penélope”.

sábado, 27 de junio de 2009

A nosotros no nos mira nadie, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz

Los dioses valen menos
que las banderas.

Yo expreso
que mienten quienes dicen ayunar,
para compensar la furia
que a los dioses provocan,
los pecados de los ateos
(qué dios adoran éstos,
sino la osadía objetiva,
subjetiva intuición,
libertad, en definitiva).

Sin dioses no hay ley,
más que la norma de ser honestos,
valientes, débiles o sinceros,
sin miedo al puñal eterno
y golpes de pecho
con transacciones de rezos.

Qué guía es para ti
encender velas a ciegas;
que a culpas tu frente rompa
un muro de piedra.
Tener alfombra o suelo,
lucir pañuelo
o cabello al viento.
Lugar de exclamaciones;
considerar impurezas
células muertas.
Pasear estatuas espantadas
de dolor y tintada sangre.
Qué giro el sol y la luna tengan.

Ese pensar que te acechan dioses
para no matar, mentir, traicionar,
robar, ir por delante del pecado,
si al hacerlo te absuelve el rezo
a una figura sin existencia,
que no puede contestar.

A nosotros no nos mira nadie.
Sólo el valor ajeno
si nuestras palabras
van por delante nuestro.
Un respeto por la vida
sin miedo al fuego o cielo.
Un acierto en la igualdad
de líneas, tierras, géneros.
Alimentos que nada digan
de tu dios,
del dios de otro
o de ninguno,
sino exterminar pobreza
usando lo que vemos,
sin más premio
que alcanzarlo.

Los dioses valen menos
que las banderas,
(éstas pierden
el miedo al gran ojo
y a los tronos en reserva,
y no entienden de rodillas
para conformarse).

Y los pasos de sus siervos,
libres del terror a su dios,
es su expresión
de si vale o no,
creerlos,
y que tomen cuerpo.

Del “Cuaderno de Marta Antonia”, “Cuadernos de Penélope”.

viernes, 19 de junio de 2009

Vivir de milagro, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz


Un error marcó
la historia de la Humanidad.
Dos milagros se cruzaron
en la balanza del mundo:
el pan y el vino.

El pan de cada día,
quedó en blando y duro.
El duro para los pobres,
que ablandan con sudor,
y para los ricos el tierno,
que riegan de lágrimas duras
cuando baja Wall Street.

El vino de cada día,
lo beben dulce los ricos,
haciendo un brindis de Bohemia
en grandes celebraciones;
el agrio es para los pobres,
que tragan con alegría
la uva sombría,
en bodas y pocas ocasiones.

A merced del capitalismo transgénico,
resistente a las plagas de protestas,
los milagros cruzados llenan arcas
de gobiernos ricos y potentes.

Y nos dicen que el vino agrio
dulce se ha tornado,
y el pan duro recién horneado.

Pero los ricos, ricos son engordados,
y más pobres los pobres embriagados.

Mientras los ricos rezan
para que la luz no estropee su vino,
el pobre reza
a la espera del milagro
de la leche,
para remojar en ella su mendrugo.

De los peces, no se supo.

Del “Cuaderno de Marta Antonia”, “Cuadernos de Penélope”.

viernes, 12 de junio de 2009

Pasa a la acción, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz


No te detengas ante el huracán,
ni el nubarrón que te persiga
llamándote por tu nombre,
tu raza, tu edad,
tu género, estado civil,
tu situación.

Si tocas las fronteras
que te impiden sobrepasar
tu limitado espacio,
verás que sola
podrás con todos los pasos
avanzar, luchar, soñar,
volar,
el mundo es más grande
que el universo
que ni puedes pisar.

El miedo no es más
que una orden insuflada al nacer,
cuyo sello te señala cobarde
en un papel firmado
con garabatos de nadie.

Échale viento a tus alas.

Desvíate de las sendas
que te obliguen a andar
caminos ajenos
que ni tenías pensados.

Cierra tus oídos a los juicios
de voces apresadas
que te dibujan la vereda,
la religión, las ideas,
la explotación,
el orden de éstas
y sus preferencias.

Y pasa a la acción,
a vivir bajo tu mandato,
tu ley de pies y manos.
Firma tu camino
con la huella de tu palabra
más valiosa y pensada.

Porque el empuje de tu libertad,
es tu vuelo más cierto.

Del “Cuaderno de Marta Antonia”, “Cuadernos de Penélope”.

jueves, 4 de junio de 2009

Conclusiones imaginativas, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz

Tú eres indio
yo soy blanca,

qué es ser indio
qué es ser blanca,
no entiendo nada,

si tú fueses blanco
y yo fuese india
dime entonces
qué seríamos,
sino india y blanco,

sigo sin entender nada,

tú eres blanco
yo soy india,

pero dijiste
tú eres indio
yo soy blanca,
me estoy liando,

yo soy blanco
tú eres india,

a ver si nos aclaramos,

tú eres india
yo soy blanco...

De la obra de la autora, "Recuerdos y otros inventos”.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Alegría, tesoro de la vida, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz


Hay una alegría que emana
una alegría que sobrevive
a cuanto nos hiera la desdicha,
una alegría por encima
por debajo, al frente, a las huellas,
una alegría más allá de las fronteras
de llantos, hambres, desamores, penas,
una alegría con la que se nace
al compás del llanto y la sangre,
una alegría que nos envuelve
por cada lágrima vertida.

Es la sal y el azúcar,
tu lecho y el oxígeno,
es el agua y la blanca harina,
esa alegría que ahuyenta
fantasmas y cobardías,
esa alegría alhajas de envidias
que no se heredan
y es imposible obtenerlas,
esa alegría es la propiedad privada
inmensamente más rica
que todo cuanto abarque tu vista.

Esa alegría es la madre de la vida,
esa alegría,
protégela de mentiras,
esa alegría...

De la obra de la autora, "Reverso calamitas".

viernes, 22 de mayo de 2009

Qué quedó de mí en las plazas, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz


La tristeza me formó estatua de piedra,
estatua en las plazas,
estatua en las calles,
estatua esculpida a golpes,
estatua que se sabe humana.

Qué quedó de mí en las plazas,
cuando las palomas echan suspiros
de su alegría de mañana
sobre mi cuerpo de estatua,
y las veo volar con mis ojos de piedra
y se alejan bajo la lluvia lenta.

Adónde irán tan veloces
las nuevas palomas
dejándome sus plumas rotas,
en qué lugar las esperan
maíz soleado, trigales, yerbas
y sembrados verdes y tiernos.

Como estatua las espero
en las plazas y en las calles,
para darles sus plumas rotas
y ellas me cuentan qué sienten
tras las puertas de las piedras.

Luego, en la tarde,
me voy a casa a paso de estatua,
para dormirme siendo humana
entre mis plumas solitarias.


De la obra de la autora, "Reverso calamitas”.

sábado, 16 de mayo de 2009

Es mediodía de un sábado, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz





A ti vengo, lugar de antaño,
donde no cantaba nadie
antes de tus ojos tristes
en los mediodías de los sábados.
Soñé en tus ardientes rocas salpicadas,
imaginé lobos de cartón y sombras
mientras tú decías escucharlos.

Qué sencilla vida las nubes pasar
sobre dos rostros más que solos.

Es tan difícil localizar
la farsa o la verdad de la emoción
que nos rescata de una pared
bendiciendo la soledad fatal.

Nadie en el mundo sabe
qué brisa repasa un recuerdo,
vagó el pensamiento amarrado
a tu voz verde campo y almendros.

Caminé seguramente tan cercana
de la risa más primaria
de tus manos más cálidas
acariciando el aire travieso.

Es mediodía de un sábado,
gotas del desierto a tu puerta llamaron
y tú abriste la sierra y las candelas azules.

Y descanse en paz el ayer,
que esta muerte tuya y mía
la lloraron en noches de viento y papel
los relámpagos de un buen mayo.

Poema de la autora, inspirado en la fotografía de Rafael Cruz,

titulada "Sábado a mediodía".

martes, 12 de mayo de 2009

Y Dios queda callado, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz

Sobre Dios se escribe en todas partes.
En el aire en la arena en el pan
en la hierba los volcanes en las escamas,
se escribe en teclas en vocales números sentencias,
a Dios se ve en todas partes.

En las paredes en las rocas
en los cielos de los barrios pobres
chimeneas ardientes en estufas
en las cocinas en las mesas,
con champagne jugo agua
menús carta lentejas secas.

Siempre se sienta y escucha
a fieles ateos tristes alegres,
predicadores avaros mendigos,
en las cunas chamizos camastros
lienzos retales mantas,

Dios defiende callando
profecías mentiras verdades quimeras,

Dios es el lema el pensamiento la bandera
de partos suicidios epidemias atletas,

nadie está a salvo de saberse por debajo

y Dios queda callado se responde en otro
que nos recuerda la muerte para asustarnos.

Dios está sobre la idea la fe canalla el pregonero
el filósofo de calle el necio la santidad el blasfemo.

Olvidamos sin embargo
que está entre los vivos jugándose la vida
sujetándose a sí mismo en el alambre
de una palabra sin espacio o tiempo.


De la obra de la autora, "Reverso calamitas”.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Libertad y esencia, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz


A los poetas...

Cantaba el preso
y los libres envidiaban
su alegría.
Las rejas no las veía,
sólo la risa de sus adentros.
Los libres talan su cántico.
Y el preso sigue cantando...,
y los libres encarcelados.


De la obra de la autora, "Arma de pluma".