sábado, 24 de marzo de 2012

Fuente de antigua lágrima, fotografía de Rafael Cruz y poema de Marta Antonia Sampedro


Nada acabará con mi risa
formó la palabra en la mañana
con nubes blancas en nieblas
nadie reforzará mi alma
con dolor ni arenas pisadas
navega profunda y libremente
en la saliva de mi boca blanda
que es fuente de antigua lágrima
y verán mis enemigos
a los que ignoro sin querer
y me saludan amablemente
esperando a que mi risa caiga
que es imposible matar su llama
nada agitará las noches eternas
por muchos sueños turbios
que acudan a despertarme
fijando la hora roja en mis ojos
ni valdrá oro ni chatarras
esta risa que me vuela
cuando ya creyéndola ida
se despereza tras las tormentas
celebrarán cuantos esperan
a que yo sea borrada huella
mas no hay peor destino
que vivir la vida ajena
envidiando lo que no se tenga
por muchas vueltas
que el viento embriagado beba
nadie puede descifrar sus velas
aseguro por lo tanto sin fe y con ella
ante la firmeza de vida de mis años
que mi risa es propiedad y misterio
pero ni siquiera es cosa mía
pues de tanto intentar
terminar con su vida
con su principio y final vive
sin tenerme en cuenta.
  

domingo, 11 de marzo de 2012

Guadalén, poema de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz



Como fantasma vestida de limpio
acudo a este horizonte de agua,
a comprobar si contigo estuve
y un compartido sueño negar.

Las estaciones se aposentan
devorando recuerdos
y soles derretidos.

Frente a este muro
donde escribo añoranzas
chocabas contra mí
tu cuerpo desaparecido.

Las hojas con otro canto hablan,
mortecinas quedan bajo los cielos;
reconocida soy por ellas
en subterráneos y vacíos.

Confiesan que te has ido
al punto contrapuesto
de cuanto pensamos vivo.

El faro inútil por no ser astro,
ruinosos los hundidos tejados
y estos peldaños
de mis pies y tus zapatos,
donde quebrados pinares y caminos
sembraron tantos olvidos.

Las noches derribadas,
tan lejos que tu nombre encuentro
y pronunciarlo aún no puedo
(en Singapur un breve permiso
me concedieron,
para ver a un sueño enfermo).

Los cerros absorbieron los besos,
estas olivas sin fruto viejo o nuevo...

Me dicen los árboles
que he muerto.

Y ensordecida huyo de mí,
de estos cipreses
sin cementerio o cuervo
donde me alojara un día
reencarnada
en golondrina de invierno.

Por qué te has ido, amor.

Dónde enterrar este sentimiento
que devuelven tierra y piedras,
los adentros del tiempo.
Lo traen y llevan libélulas,
mariposas, palomas y jilgueros
amarrados a quietos vuelos.

La Fuente de nuestros besos
aún no tiene agua
(insuficiente fue en cariño lento
y en demasía sus palabras).

De qué tienes miedo.
Dime.
No te escondas en otro cuerpo.


Caduca el tiempo,
no es de agua su segundero,
sino de veloz y eterno fuego.

Avanzas a mi cuaderno
de poetisa de lo incierto,
y a esta cruz sin clavos
me adhiero
mendigando al cielo deseos.

En el vaivén de las ramas planeo,
las hojas me indican:
“silencio, silencio...
el llanto espanta al viento;
despreocúpate del amor,
Otoño se encargó de ello”.

En el Guadalén
no habitan ya tus besos,
ni mis ojos despiertos
te apagan los miedos.

Se convirtieron en alimento
de ahogados suicidas
en las profundidades
de los cerros.

He venido sabiéndolo.

(2003)