domingo, 27 de junio de 2010

Odio con odio pan de odio, fotografía de Rafael Cruz y poema de Marta Antonia Sampedro


El odio no entiende de pasados
configura el recuerdo en prisión
a la orilla del dolor siempre,

qué tendrá el odio que borra besos
y abrazos y extiende armas
y hace del amor un enemigo,

ayer paseaba el odio
por la calle,

caminaba con sus banderas sucias
solitario y dolorido
en búsqueda de un abrazo
poniendo sus espinas,

el odio pisaba tejas
y copas de árboles
y en sus ojos había cuchillos
que dejaba a medias
cuando la luz le ciega,

el odio es un espía
del que camina sin prisas
y ríe o pena o es mendigo
pero duerme en paz cada día,

nunca llora en compañía
porque el odio lo agranda
y se cree importante
en los calendarios de la gente
más ínfima,

no pude con el odio ayer
digamos que lo dejé tranquilo
con sus gestos y sus labios tensos,

y quise comprenderlo a lágrimas
pero el odio tiene léxicos
cuyos manuales no acepto,

y así el odio se fue yendo
a amarse con el odio,

y yo me vine a casa
y cerré ventanas y puertas
por si el odio visita el aire
y corrige mis poemas.

domingo, 20 de junio de 2010

Desechos y noticieros, fotografía de Rafael Cruz y poema de Marta Antonia Sampedro


Han robado el cristo
y el cetro del niño Jesús,
la alarma grita en la sociedad,

¡ladrones de iglesias!
¡ladrones de santos!
¡ladrones de poca monta,
si apenas tienen valor!

La virgen ha tenido
menos suerte:
en el forcejeo le han roto
un dedo para llevarse un aro.

¡Ladrones en la iglesia!
¡Asesinos de santos!
¡Ladrones violentos,
la virgen con cuatro dedos!

Dieguillo el mendigo
olfatea el basurero,
desde allá escucha las campanas
a revuelo y jaleo,

con su gorra de ortigas
y su tabaco sudado amarillento,

¡hasta aquí llegan los muertos!
Dieguillo palidece de miedo
antes de ver el desecho.

El cristo le dice apresurado,
Llévanos contigo al pueblo,
que nos andarán buscando
devotos, gendarmes, párrocos
la adoración nocturna al completo
y algún periodista ateo,

y Dieguillo se encoge de hombros,
Te pedí pan duro
te pedí agua y vino
te pedí consuelo en la mirada
y una vez ahora que pienso
fui a pedirte promesas y limosna,
ahora soy yo el cristo
y su corona.

Siguió Dieguillo
su camino de sigilo.

¡No vuelvas por mi casa,
mendigo harapiento
que esta te la recuerdo!

sábado, 12 de junio de 2010

Moriré hoy mismo, fotografía de Rafael Cruz y poema de Marta Antonia Sampedro


Una vez dijo la poeta moriré hoy mismo,
sentada, en pie, caminado, durmiendo,
moriré y todo morirá conmigo,
amores que ni adiós dijeron
y creyeron robarme cuanto no era mío,
árboles que me dieran abrigo
avisándome del peligro de relámpagos,
moriré como el pájaro tendido
que alguien encuentra de cartón
bajo las ruedas de los motores,
la vía del tren en cuchillo
o un avión lo engulle tibio,

moriré por las montañas como estiércol vertido
pluma devorada por halcones domésticos
moriré en la cola del banco y saldo antiguo
pisando la línea que ordena espere su turno,
el cajero automático me inyectará un tiro
programado digitalmente antimendigos,
moriré como indigente sin manta,
exfumadora desganada sin vicios
atribulada por sentirse exdrogadicta
correctamente perfumada según snobismo,
moriré añorando al amor más perdido
y al mar daré la espalda sentir lo mínimo,
gritándole al juez es usted un bandido
en sus ecuaciones de sentencias moriré,
y al cementerio iré a limpiar mi cubículo
para que los herederos milagreen calderilla
guisen patatas con laurel y vino
y mi cabeza de ojos les sirva de motivo.

Moriré hoy mismo, dijo la poeta,
cuando razone que nunca las tardes caen
que aquí no cae nadie sino el vivo,
que las tablas de multiplicar aumentaron
refranes y números al bandolerismo
moriré protestando al criminal disfrazado
al angelito informatizado y consumido,
moriré sabiendo que muero a gusto
que nadie me llamará siendo oído
a no ser que mentira sea al fin
el corto hilo entre muerto y nacido
-dios no lo consienta-,

moriré tan ciertamente viva que pensaré
tanto miedo en tantos frentes,
el ser humano es demasiado sencillo
tiene desatinos que vive ansiosamente
aun sabiéndolos asegurados y fijos.

Moriré, dijo la poeta, hoy mismo,
por las papeleras que cobijo dieran
a mil versos rayados formales rubricados
y cuando las vacíen escribiré
qué gran invento es el recuerdo
mas lo supera su amigo olvido,
moriré como mueren los soldados
inconscientes de ser heridos
y besan las banderas como a madrastras
que suplanten pechos sanguíneos tan contentos,
moriré diciendo a la tierra no me tragues
de sobras me sé el camino,
voy de huésped a dormir para siempre,
esta paz de morir cuando quiera
no la ofrece el verso libre, la rima
la prosa poética ni la leyenda,
sólo tú, madre nacida primera.

Puedo optar por dejarme ver consumida,
valentía al estilo más guerrero y ejemplar
dar mucha pena y aumentar la soledad,
imitar al rico que ruega amparo,
lanzarme por un puente resbaladizo,
degustar sustancias que antes pagaría
para estrenar una tarjeta de visita,
anunciar soy la espía de las letras,
la terrorista de vosotros mismos,
y ser fusilada en público no por comunista,
revolucionaria o artista comprometida,
sino por no enterarme de qué va este lío,
siempre hay pardillos que avanzan
los pasos de los sonámbulos,
moriré tragando piedras y achicorias,
enamorarme a última hora o segundo
de alguien que no desee que muera,
moriré tendida ante la pantalla
de una televisión que dice no eres joven,
no eres sana, ni ejecutiva ni dinámica,
moriré de placer marchito
conociendo mis límites divinos,

ahora que lo pienso fríamente
puedo morir de muchas muertes,
eso me da ánimos de libertad
sinceramente.


Y dijo la poeta así que moriré otro día,

y poco a poco siguió muriendo
en su agonía de vida,
ya más tranquilamente,
menuda diferencia.

domingo, 6 de junio de 2010

A verso y agua, fotografía de Rafael Cruz y poema de Marta Antonia Sampedro




Un corazón me llamó
para delinquir.

Llevaba tiempo
planificando un crimen,
un grave error
para salvar su condena
de desamor y cuentas.
Aún andaba yo
limpia de expedientes
carcelarios,
y al decir te quiero
pasamos a la acción.

Usamos pasamontañas,
linternas con rayo de luna,
del Guadalén agua a presión,
y por bombas de manos
las estrellas del Rumblar
(qué protección nacer en él.
Con el tiempo lo he sabido,
que Baños de la Encina es
mi paraíso más preciso).

Fue una ilusión,
y tan cercano sueño
que jamás viví tanta vida,
ni de ésta diferenciaba
los latidos pensados de amor,
y del deseo la alquimia
que todo poeta inventa.

Mas su sombra deambulaba
ilegalmente sin su persona
(de toda cárcel tenía licencia
y falsa documentación).

Testigo fui de mi delito,
mientras él negociaba
ser libre provisionalmente,
a espaldas de mis sentidos.

La fianza era yo.

Me adjudicó su celda
limpia de promesas,
y sus rejas lamentaron
su destreza en delinquir
sin reservas.

Y tenía
mi compañera luna
enfrente,
vecina de puertas,
y atrás un sol gélido
devorando mis ideas.

Esa estrella nueva
que no anunciaba amor,
ni restaba segundos
a mi espera,
tras él se marchó,
dejándome a oscuras
con mi dolor,
a verso y agua.

Llevaba tiempo
planificando un crimen.
Atrapar poetas.