martes, 29 de septiembre de 2009

Nubes, de Marta Antonia Sampedro y fotografìa de Rafael Cruz


Obrero del algodón,
no intentes atrapar
el sonajero blanco
que a las nubes vuela,
no queriendo
a tu canasto ir.

Son nubes sin raíz
que en tu sudor
reclama el cielo
y habitantes abstractos
del viento.

Déjalas marchar,
obrero hambriento,
viajar por los mundos
que las reclaman
en susurros
de tranquilas ballenas,
mapas caprichosos
que te observan.

Verás cuán agradecidas
las nubes pequeñas son.

Crecerán nutriéndose
de tus sueños más sedientos;
plácidas sombras te harán,
esparcidas en imaginarias pinturas
que a tu memoria
acudirán de día,
atentas a tus secretos.

Y en las noches
de la industria,
de tus nubes apresadas,
nocturnas y tristes,
teñidas con veneno,
te acunarán, jornalero,
con nanas de luna blanca,
formada para tu deseo.

martes, 22 de septiembre de 2009

Cada cual un mundo, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz


Del otoño nace el viento
del ser humano la idea.

Vuelan por la plaza
las hojas que emigran
al eterno invierno.

Dice la jardinera triste
qué bien, podaré menos.

Dice el barrendero alegre
más trabajo si ya tengo.

La poeta las ve volar,

llueve otoño en hojas
y se vacía el cielo...

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Once tequilas y una brújula, de Marta Antonia Sampedro


A José Rafael Cruz.
Tus once tequilas para tu estancia en Japón, y la brújula de la amistad para que nunca te sientas solo. Para ti, chulo.


Mientras los pájaros arañan ramas
despidiendo agosto y sus quejidos,
el sol desaparece tras el edifico
horrible y verde de la imparable codicia,

mientras observo que la Humita
es una criatura que en esta plaza
corretea por el parque como cualquier niño
con su madre antirracista
aunque el ayuntamiento sancione
que dios creara otros seres,

en los momentos que parecen subir
por mis pies
como avispas de cartulina
y este tiempo triste
donde son lejanas las despedidas
porque ya no existen
y se inventan perennes las bienvenidas,

mientras sé que retratas las caras
y los rostros genéticos de adeenes injustos
de tu vocación curioso y solo
y tu valor tímido,
en los recuerdos que guardan
las almas poderosas del dolor y la desidia,

mientras sé que en Colima tu lío con el mundo
es el mismo que mi lío con el mundo,

entre aves recogidas y abismos
pienso en once tequilas y una brújula
que te debo por no callarme a tiempo
y no excusarme por ejemplo con
no tengo ni un peso, dólar, euro,
y renuevo la risa dialogante
con la fácil deuda convenida,

y hasta el andar de estos gorriones
son largos caminos de invierno
y aunque debamos confeccionar sus alas
yo sonrío entre la tristeza y el olvido,

porque las brújulas son seres terribles,
porque jamás indican nada
que de verdad se busque,
y porque tú -es raro- pero las amas
toma pues tu nueva brújula.

Pero bebamos las once tequilas
en el espacio de estas sonrisas.

Se asemejan mucho según vuelos
a lo que pierde en las tardes el artista.
Y tanto, pero tanto, al agua de Colima...

miércoles, 9 de septiembre de 2009

También Dios se extraña a veces, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz



Y me dijo Dios:
¿De cuántas cosas te arrepientes?

Contesté:
De todas.

Él se extrañó
-también Dios se extraña a veces-:
-De todas no puede ser,
algunas has hecho buenas-.

Yo no me extrañé
-también los poetas a veces no se extrañan-:
-De esas también me arrepiento-.

Y me envió al infierno
con esta sentencia:
-Entonces las buenas
no eran verdad-.

Yo le contesté:
-Sí, en principio.
Pero no importaban-.

Y él siguió extrañado.
Yo, no tanto.

De la obra de la autora, "Reverso calamitas".

jueves, 3 de septiembre de 2009

Poema -o cuando no queda nadie-, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz



El mejor de los poemas
me lleva de la mano desde temprano
aunque ese día ser poeta no quiera
-todos tenemos días incompletos-.

Cuando sola visito la plaza
y los ángeles de bronce señalan
cielo pintado de sílabas vanidosas
que se desvanecen mayúsculamente
mientras sus aves burlonas las quiebran
entre el correr del agua plomada,

cuando paseo por los barrios pobres
y no hay dios o no lo veo de ninguna manera
pero encuentro a hombres y mujeres
que alguna vez creen haberlo saludado
porque bienestar social les ha dado bonos
para el pan de cada día
o un calendario con santo,

cuando pienso que los hijos de todas las madres
es posible que sepan que no solamente envejecen
años arrugas artrosis amnesias,
sino olvidos omisiones ológrafos perdidos
esos desamparos llamados tristezas aisladas
y regresan al beso materno y a las dudas.

El mejor de los poemas
a veces se escribe muy solo
aunque ese día no se quiera ser poeta.

Cuando amar es un abuso disfrazado
y en las tildes de la mentira resaltan en negrita
todos los mejores bufones acróbatas
de los paraísos más usados y vendidos.

Cuando los ejércitos maldicen los pueblos
a cambio de una migaja de poder
y dos bocados de disparos
se revolucionan los versos
de cualquiera que entienda de muerte fresca.

Cuando pienso que todos los poetas
llevan sus riquezas en un bolsillo estrecho
que de vez en cuando revienta por sus costuras
más tiernas,
y aún puedo ser la niña que fui
sin que nadie me compre con palabras
por no entender del redondez de monedas
sino de perros, dientes que caen, agua y piedras,
soldados de papel y generales sin banderas,
y los apartan de todos los sitios silenciosamente
porque valoradas del cero al diez
consideran inapropiadas todas las respuestas
de su comandancia en Letras.

Y luego llega la noche y sus sentencias
y se amontonan con sus ruidos
sus circunstancias y sus hazañas blandas
y se deben reunir calamidades y esperanzas
para dormirlas en sosiego anestesiadas.

Cuánto verso queda a las puertas del sueño
mas cuánto se pierde de día, entre los silencios.

Cuando ya no queda nadie sino el poeta
los modales quedan llenos de comparecencias.
Es entonces cuando se escribe
con los ojos cerrados
el mejor de todos los poemas.


De la obra de la autora, "Reverso calamitas".