domingo, 17 de abril de 2011

Epitafios de las esperas, fotografía de Rafael Cruz y poema de Marta Antonia Sampedro


Todos los cementerios tienen poetas
que amaban a su modo la vida
como quien observa el resucitar
de la lluvia que cayó en la arcilla seca
y ya es pozo bajo los pies
y a pesar de todo eran
primeras personas de las tristezas,
compinches de la mala suerte
que al nacer arrullaran letras,

Machado sin patios de Sevilla
Vallejo señalando terribles heraldos
Alfonsina en la salobre mar
Miguel Hernández con los rayos que no cesan
Celaya ingeniero del verso
Alberti marinero que siembra
o Lorca con quién sueña,

son tiempos primitivos que recibe el poeta
cuando no baja la cabeza ni para llorar
sino que la investiga en conciencia
y camina su propia vida percibiendo
que escribe para ir cavando
las lesiones más internas,

vagamos por el mundo
como botella perdida en el planeta
cubiertos en desesperanza
con mensajes que se queman dentro
pero sonreímos aunque no quieran
ni sangres ni fraternidades
o presidentes de las grandes mesas
ni los que a todas horas invocan azares
confiando en que sea una capitalista ventaja
-que sabemos más ingenua que cierta-
y pocos nos perdonan que seamos
más pensamiento que cartera fresca,

durmiendo bajo los árboles
en el reinado de la espera
que el abuelo de Saramago abrazara
y allí estamos bajo sus ramas secas,
o viendo cómo la nieve nos hiela
hacia el hambre de los demás
en las cenas miserables de César,
nunca nos satisfacen las noticias
de la fe del banco mundial
-las matemáticas no es mérito alguno
sino contar qué no tienen los olvidados
a favor de cuánto los ricos les niegan-,
porque las mentiras y la pobreza
ensordecen ya las puertas,

no hay nada que perder
cuando nada se ha tenido
pero qué pena hiere perder lo que se quiso,

los epitafios de los poetas en espera
nadie los lee extiende o predica
más bien digamos que al morir se heredan,

vaya pues por el enterrador
esta esperanza que mañana nos acompañe
ya solos al fin sin la compañía amarga
y repose en nuestro solo verso
un puñado de sincera arena.