sábado, 12 de junio de 2010

Moriré hoy mismo, fotografía de Rafael Cruz y poema de Marta Antonia Sampedro


Una vez dijo la poeta moriré hoy mismo,
sentada, en pie, caminado, durmiendo,
moriré y todo morirá conmigo,
amores que ni adiós dijeron
y creyeron robarme cuanto no era mío,
árboles que me dieran abrigo
avisándome del peligro de relámpagos,
moriré como el pájaro tendido
que alguien encuentra de cartón
bajo las ruedas de los motores,
la vía del tren en cuchillo
o un avión lo engulle tibio,

moriré por las montañas como estiércol vertido
pluma devorada por halcones domésticos
moriré en la cola del banco y saldo antiguo
pisando la línea que ordena espere su turno,
el cajero automático me inyectará un tiro
programado digitalmente antimendigos,
moriré como indigente sin manta,
exfumadora desganada sin vicios
atribulada por sentirse exdrogadicta
correctamente perfumada según snobismo,
moriré añorando al amor más perdido
y al mar daré la espalda sentir lo mínimo,
gritándole al juez es usted un bandido
en sus ecuaciones de sentencias moriré,
y al cementerio iré a limpiar mi cubículo
para que los herederos milagreen calderilla
guisen patatas con laurel y vino
y mi cabeza de ojos les sirva de motivo.

Moriré hoy mismo, dijo la poeta,
cuando razone que nunca las tardes caen
que aquí no cae nadie sino el vivo,
que las tablas de multiplicar aumentaron
refranes y números al bandolerismo
moriré protestando al criminal disfrazado
al angelito informatizado y consumido,
moriré sabiendo que muero a gusto
que nadie me llamará siendo oído
a no ser que mentira sea al fin
el corto hilo entre muerto y nacido
-dios no lo consienta-,

moriré tan ciertamente viva que pensaré
tanto miedo en tantos frentes,
el ser humano es demasiado sencillo
tiene desatinos que vive ansiosamente
aun sabiéndolos asegurados y fijos.

Moriré, dijo la poeta, hoy mismo,
por las papeleras que cobijo dieran
a mil versos rayados formales rubricados
y cuando las vacíen escribiré
qué gran invento es el recuerdo
mas lo supera su amigo olvido,
moriré como mueren los soldados
inconscientes de ser heridos
y besan las banderas como a madrastras
que suplanten pechos sanguíneos tan contentos,
moriré diciendo a la tierra no me tragues
de sobras me sé el camino,
voy de huésped a dormir para siempre,
esta paz de morir cuando quiera
no la ofrece el verso libre, la rima
la prosa poética ni la leyenda,
sólo tú, madre nacida primera.

Puedo optar por dejarme ver consumida,
valentía al estilo más guerrero y ejemplar
dar mucha pena y aumentar la soledad,
imitar al rico que ruega amparo,
lanzarme por un puente resbaladizo,
degustar sustancias que antes pagaría
para estrenar una tarjeta de visita,
anunciar soy la espía de las letras,
la terrorista de vosotros mismos,
y ser fusilada en público no por comunista,
revolucionaria o artista comprometida,
sino por no enterarme de qué va este lío,
siempre hay pardillos que avanzan
los pasos de los sonámbulos,
moriré tragando piedras y achicorias,
enamorarme a última hora o segundo
de alguien que no desee que muera,
moriré tendida ante la pantalla
de una televisión que dice no eres joven,
no eres sana, ni ejecutiva ni dinámica,
moriré de placer marchito
conociendo mis límites divinos,

ahora que lo pienso fríamente
puedo morir de muchas muertes,
eso me da ánimos de libertad
sinceramente.


Y dijo la poeta así que moriré otro día,

y poco a poco siguió muriendo
en su agonía de vida,
ya más tranquilamente,
menuda diferencia.

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