Los dioses valen menos
que las banderas.
Yo expreso
que mienten quienes dicen ayunar,
para compensar la furia
que a los dioses provocan,
los pecados de los ateos
(qué dios adoran éstos,
sino la osadía objetiva,
subjetiva intuición,
libertad, en definitiva).
Sin dioses no hay ley,
más que la norma de ser honestos,
valientes, débiles o sinceros,
sin miedo al puñal eterno
y golpes de pecho
con transacciones de rezos.
Qué guía es para ti
encender velas a ciegas;
que a culpas tu frente rompa
un muro de piedra.
Tener alfombra o suelo,
lucir pañuelo
o cabello al viento.
Lugar de exclamaciones;
considerar impurezas
células muertas.
Pasear estatuas espantadas
de dolor y tintada sangre.
Qué giro el sol y la luna tengan.
Ese pensar que te acechan dioses
para no matar, mentir, traicionar,
robar, ir por delante del pecado,
si al hacerlo te absuelve el rezo
a una figura sin existencia,
que no puede contestar.
A nosotros no nos mira nadie.
Sólo el valor ajeno
si nuestras palabras
van por delante nuestro.
Un respeto por la vida
sin miedo al fuego o cielo.
Un acierto en la igualdad
de líneas, tierras, géneros.
Alimentos que nada digan
de tu dios,
del dios de otro
o de ninguno,
sino exterminar pobreza
usando lo que vemos,
sin más premio
que alcanzarlo.
Los dioses valen menos
que las banderas,
(éstas pierden
el miedo al gran ojo
y a los tronos en reserva,
y no entienden de rodillas
para conformarse).
Y los pasos de sus siervos,
libres del terror a su dios,
es su expresión
de si vale o no,
creerlos,
y que tomen cuerpo.
Del “Cuaderno de Marta Antonia”, “Cuadernos de Penélope”.
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