domingo, 18 de octubre de 2009

El pan de cada día, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz

Esperando en la acera
a veces pasa, que vienes,
con tu juventud perdida y asomas
tras de mi aparente valentía,

y me dices en las bocas
de aquellos que aún dormitan,

Hermana, yo estuve,
Hermana, yo fui,
Hermana, te acuerdas...

En ellos veo tu recuerdo
de niño huyendo y escondido,

llevan tu trozo de vida
en la limosna de sí mismos,

en mi agenda laboral no escribo
más que sendas y horarios,

pero me acompañas en los dedos
por cada voz que no cesa,

-Dame un euro-
-Dame para el bus-
-Tengo que hacer una llamada-

¿Acaso no es vida
lo que buscan a gritos?

El pan de cada día
nos libre de andar perdidos,

sin la mano que nos guíe,
sin una sombra que alivie,

en la acera los veo pasar
y vuelves hermano tan vivo,

alguna vez fueron niños,
muchachos alegres y sencillos,

teniendo la potestad al servicio
del tizón que dibuja olvidos
pero alguien recordó el camino,

-Amiga- me dicen los desconocidos,
-Señora- cuando saben que algo llevo,
-Oye tú- esos nuevos,

y en cada acento yo te veo
tan lejos de lo cierto y quieto.

Arriman su bolsa del tendero
como guarda tesoro viejo el joyero,

y con el mendrugo tierno
se comen su soledad sabiendo
que todo queda en deseo.

El pan de cada día
nos libre de no sentirlos.

A veces pasa, que vienes,
y vuelves a ser ellos,

te traen a casa y te dejan
en la alacena de la vida,

donde hay más que pan de cada día,
también hay letras, sonrisas, penas,

pasas el día con tu hermana,

entre los libros, mensajes, fotos de familia,

y dejas las calles
para descansar de los rostros
que tanto necesitan
un poco más, ay, un poco más,
que el pan de cada día.

De la obra de la autora, “Reverso Calamitas”.

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