Anoche pasó una gran estrella
sobre la plaza de Colón.
El agua quedó parada.
Los pájaros enmudecieron.
María quiso hijos
y educaba a su perrita tiernamente.
Julia pidió una casa
que tuviese alguien que le cocine
sus platos más extravagantes.
Rafael midió a qué altura
dialogan las luces relucientes
y fotografió el rostro del cielo
dejado por la estrella de los océanos.
El mendigo conocido
reclamaba su euro como siempre,
y la mayoría dudábamos
si esa estrella no era
algún avión y su accidente.
Los más soñadores quisimos
que vuelva aquello tan fugaz
que ya no vuelve:
que nuestra madre nos dé la mano
para medir los dedos,
que los abuelos nos cuenten
con su pañuelo húmedo
el día en que nacimos de un vientre.
Ninguna estrella puede
regresarnos a lo más amado,
y a pesar de todo somos
lo que luce el aire:
Amor, jazmín, amistad, un beso...
Y el recuerdo parte en dos el presente.
Anoche pasó que todos
nos quisimos ir a casa
con la fe puesta en una estrella
que en la plaza de Colón
nos dejó muy lejos.
sobre la plaza de Colón.
El agua quedó parada.
Los pájaros enmudecieron.
María quiso hijos
y educaba a su perrita tiernamente.
Julia pidió una casa
que tuviese alguien que le cocine
sus platos más extravagantes.
Rafael midió a qué altura
dialogan las luces relucientes
y fotografió el rostro del cielo
dejado por la estrella de los océanos.
El mendigo conocido
reclamaba su euro como siempre,
y la mayoría dudábamos
si esa estrella no era
algún avión y su accidente.
Los más soñadores quisimos
que vuelva aquello tan fugaz
que ya no vuelve:
que nuestra madre nos dé la mano
para medir los dedos,
que los abuelos nos cuenten
con su pañuelo húmedo
el día en que nacimos de un vientre.
Ninguna estrella puede
regresarnos a lo más amado,
y a pesar de todo somos
lo que luce el aire:
Amor, jazmín, amistad, un beso...
Y el recuerdo parte en dos el presente.
Anoche pasó que todos
nos quisimos ir a casa
con la fe puesta en una estrella
que en la plaza de Colón
nos dejó muy lejos.
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