En la tarde murió la fuente.
Había tanto silencio
que escuché su agonía
entre los rosales
y ni el volar de las palomas
dejaron aleteos,
-o quizá me pareció ignorarlos-,
porque la fuente moría
con los ángeles asombrados
y las piedras de los bancos
parecían hechos
al tiempo de los astros.
Murió la fuente esta tarde
mientras una llovizna lavaba
las caras dormidas de los tallos.
Adónde irá su ausencia,
dónde dejará su canto pasado.
Quién nos sacará en las tardes
los nombres de lo que no encontramos.
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