Bajo las sombras de lo vivo
te observo, amor.
Tu boca tierna
que aspiro
en esta ardiente sierra
de serpientes atropelladas,
matorrales de mis huesos
y dunas de pieles
alambradas por vientos.
Tu perfil a mi frente,
formar mis manos
en tu vocabulario
de incorrecciones y sortilegios,
ondas lunares que apresaren
menta y madreselvas.
Los ecos de la sierra
truenan contra las pizarras
esa fuerza que tenemos.
Proclaman que las sendas
de las raíces son nuevas,
ningún plano a solas
entiende de ellas.
Respondo que soy yo,
aquélla que surcaba ondas,
tan desnuda cuando pequeña
que nadie observaba
ni mis huellas.
Añado que mi hombre
es experto en veredas.
Comprobemos
la teoría de los sueños.
Primero tú.
No es por miedo, amor.
Es mi guía
tu espalda azul.
Este ensueño
por descifrar es tan hondo
bajo las sombras de lo vivo,
que no comprendo
que ni tú ni yo
nos adentremos
sin sufrirlo nuestro.
Bien.
Tienes miedo.
Lo sé.
Iré yo primero.
Conozco el terreno.
¡Abran paso a esta mujer
amada por el viento!
Nadie responde.
El amor quedó
tan aplazado
a destiempo...
Del libro de la autora, "Días en Singapur".
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