viernes, 7 de mayo de 2010

Clave para Penélope, de Marta Antonia Sampedro y fotografía de Rafael Cruz


Pasea por los acantilados,
uno, y otro día,
recolectando plumas voladas
de aves renacidas,
besos que lanzaran ecos
en los horizontes
de una partida.

Es cálido el viento
en la búsqueda de alguien
que el corazón fecunde
en las noches de Singapur.

Penélope busca a su hombre,
y descubrir en sus labios
la clave única
del amor que identifica.

No descarta figura alguna
que a lo lejos
la soledad a sus ojos
revele humana.

-¡Ulises!-,
grita su corazón
de mujer enamorada-.
¡Amor de mi piel y lunas!
¡Por fin te liberaron mis noches
y mi dudas!

Sonríe la llegada del futuro esperado,
su respirar y las palabras pronunciadas
llevadas son
por las firmes azadas del viento.

-¡Ulises, mi amor!
¡Las olas escucharon
tus razones y mi voz!

El hombre se aproxima,
piedras son la arena,
incesantes en la vereda del deseo
por tocar su cuerpo.

-¡Ulises, mi amor!
¡Mi hombre regresó!

Ante él.
Junto a su hombre.
Penélope ya no rezará
a la diosa del consuelo
y las esencias.

Los dioses de los placeres
la recordaron
en su lista de desamores
y tardías esperas.

Observa su boca estropeada,
la piel de sus arrugas
y su pelo cano de hombre.
Plantado el camino del tiempo
le abre su mirada antigua.

-¡Hola, mujer!...- le expresa
en palabras nuevas.

Tiene rasgos de Ulises.
Debe ser él.

Esa mirada de contenidos vuelos,
su cuello túnel de pasión
a las yemas de sus dedos...

Su mente dice sí, tal vez.

El recuerdo elabora confusiones,
ensoñación en las orillas,
calas y espumas en sus pechos.

Alejados los adioses,
el hombre tiende sus manos:
-¿Aún me quieres?

Penélope retrocede.
Se aleja.

Ese náufrago
no es Ulises,
sino uno de tantos cosarios
que en las playas desiertas,
se distingan de gaviotas
y de los barcos sin nombre.

De ser su hombre,
su corazón expresaría como hálito
la respuesta para Penélope.

Y paseando por entre las olas,
una simple mujer
dibuja con su pie izquierdo
los labios de un amor sincero.

El agua lo borra una y otra vez,
dejando tan sólo la clave
que el mar reconoce
para la boca de Ulises:
“Aún te quiero”...

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