Cuando la vida se mira de frente, se escucha y sueña con flor amarilla. Cuando el color es un recuerdo y el verso una esperanza, ¿dónde queda el Poema? ¿Dónde la imagen que nos trae la Palabra? Porque todos los sueños tienen su lugar, existe el Arte.
Por todas las lindes de la plaza donde los bancos rebosan de invierno y los perros olfatean orines hay unas nubes plomadas de aceite,
quizás el respirar de olivos concentrados en las miserias baja todos los domingos a eso de las doce según parece,
y de lejos se ve el banco cargado de palabras de otros sentados antiguos y las cáscaras de las dinamitas languidecen las miradas de los presentes,
ella está sola sentada en su banco le cae el cigarrillo como el ala de una estrella y no me digan que nunca vieron eso,
ella está sentada en su banco le cae su abrigo blanco como un cuerpo sin cuerpo y no me digan que es el alma nadie ve eso,
las aves deshacen la madeja de las palmeras y más allá la grúa de la obra eterna pertenece ya al paisaje de nosotros,
ella está mantenida en humo rozando las hojas envueltas de arena,
y así observando cómo la vida es dolor y humo y manos perdidas cada cual va a su oficio,
la ambulancia toma el abrigo blanco y los agentes nos sancionan porque en la plaza donde viven los cadáveres con abrigo blanco está prohibido llevar perro.
Los héroes son seres tímidos que no presumen de valientes y posan de cualquier modo sin pensar en retratos futuros,
a muchos de ellos con los nervios les da por comer con la paciencia de su patrón Job y no creen en amuletos,
todos los héroes temen mirar bandadas de palomas y agachan la cabeza pero luego miran al cielo pidiendo a los gorriones perdón por esto o aquello,
los héroes son vecinos que nunca van a las reuniones porque se les olvida que aún hay balcones donde esperar mariachis y estos deben estar limpios a pesar de las intenciones musicales,
viajan en segunda clase para no ser descubiertos y también porque el desempleo los deja sin poder acudir a tiempo,
a ninguno se le nota que hacen huelga de tedio y bondades ni usan estrategias para salvarse y bien es sabido que usan la inteligencia en vez de los puños ciegos,
los héroes tienen un gran corazón que se desmorona continuamente en todas las urgencias anímicas y ceden los asientos sin mirar si hay o no derecho a un transplante compatible,
pero todo cuanto hacen los héroes pasa desapercibido porque son seres tímidos por vocación que no presumen de sus sueños limpios.
Me pidió la muerta en vida el deseo de su retrato.
Murió de noche, al descubrir su alma vacía, y decirle él padeciendo tanto suspiro qué gorda, qué flaca, tan grande, tan chica, al servirle la muerta la sopa de letras sentidas.
Los herederos de su tristeza y cuatro casas hundidas, miles de impedimentos objetaron al color de mi tinta china -y que a la muerta la llevase en mi coche, a riesgo de alimañas y delincuentes de transplantes de orquídeas-.
Registré su hora de muerte en un envoltorio de sacarina tomando café en la salita.
Ningún vecino acudió en mi ayuda -acordaron nombrarla sierva ejemplar, dispuesta siempre con su rosario de penas-.
La mujer sin alma llena conmigo venía como una amiga de la escuela.
Yo le daba charla negando su fallecimiento, y al escucharme sola en versos de loca, la radio anunció un buen día.
Sabiendo gustaba contemplar las claras aguas de los pantanos, sobre láminas plateadas y troncos de encinas coloqué bien su cuerpo y su alma vacía.
La miraba de perfil, de frente; retoqué su pose para hacerla natural, menos evidente su cara de sorprendida por venirle la muerte al conocer su desdicha.
Durante los bocetos de su aspecto el sol doraba su cuerpo, huían de ella aves y reptiles lanzando al agua ondas de indeseados recuerdos.
Sus labios sonrosados de muerta viva, su cabello de maniquí marchita, todo cuanto fuere en papel de póstumo regalo por su muerte querida, la convirtió en la que yo conocía antes de bordar su dote de mentiras.
Caducó su condena de veinte mil desamores con el mismo hombre y un día.
Finalicé el retrato en sus ojos. Y en ellos supe que había muerto.
Su sonrisa era de viva, cruzaba sus manos sobre las rodillas; se untaba bronceador, colocaba la toalla de piscina, abrió una nevera portátil con refrescos y chocolates de Suiza.
No se estaba quieta.
Sólo su alma vacía, tan cerrada en vuelos que ni siquiera posar quiso para la firma.
Pero en sus ojos vi el rastro del lamento que no quería.
Decidí ese día que en mi coche no viajarán más muertas, tan sólo aquéllas que proclamen tener los ojos vencidos y pongan de su parte por el bien de los sentidos.
-Retratar muertas es muy laborioso, nadie reconoce el esfuerzo de esta vocación mía cuando resucitan-.
Querida hija la vida no es un invento ni una manzana que golpea una bombilla incandescente ingeniería técnica o genética,
la vida nos aprieta es calzado ajustado camisa de fuerza corbata que ahoga desierto sin oasis barco sin velas luceros que se alejan,
los días aparecen de sorpresa en sorpresa y sin amor somos piedra o arena pisada perros salvajes o algodón renegrido a tientas.
La vida es un recuerdo que aún no ha nacido ni quiere nacer por sí mismo y se enfrenta con nosotros jugando con los tiempos nuevos o perdidos,
la vida es fuerza molde de ilusión persona fugaz espacio para ella, y a veces se desaloja por derribo ante la advertencia de elegir muerto o vivo y hacemos lo sentido.
En las hojas caídas se aprende de la vida, es de humanos comprobar adónde se van los esfuerzos de ventiscas el curso de los ríos vacíos, nunca se atina o se desacierta, la vida no tiene color y no precisa retoques, solamente empuje intuida señal de veleta, pasión o dolor que expresa alguna ventaja puntual que ha de tener ser nada excepcional y una vez se muera.
Parecerá mentira la verdad, ésta quimera pero no importa, somos cometas sueltas, nubes de estaciones, guerreras intrépidas o soldados rebeldes desnudas de ideas,
en sus magias desmedidas la vida es misterio pensamiento y acción, opciones de ternuras y a veces nada más que instantes secretos de las alas benditas,
sirva este adelanto mientras ves mi soliloquio de fantasmas, que los poetas somos rompecabezas o sombras, alguien que perdiera la razón la cinta métrica y se empeñe en pesar el mar valorar la frialdad de los polos opuestos, diseñamos amores en vez de obligarnos a ser vuelos sedientos sin horizontes,
y así dormimos a solas, cálidamente solos, al amparo del cartón completado a desmedidas sílabas con puntos y final casi siempre momentáneos.