Me entrego a tu ser
convertida en vuelo,
mis brazos nuevos
a tu disposición de amor.
Tu aliento los mueve,
planean sobre tu piel
al compás de tus deseos.
El horizonte de ti quiero,
mares donde navego
tu vello,
esas hojas de tus dedos
las copas de mi reflejo,
la meseta de tu pecho
mi cima del despego.
Me entrego a tu ser
quebrando mis lazos
de cualquier tiempo,
los días nacidos o muertos,
a la vida de tu seno
permanezco
por razón de ser
por serlo.
Mujer amada,
mi hombre
es mi lecho.
Los ríos son lentos,
bebidos a sorbos
en instantes ligeros.
Parado el mundo
por momentos.
Adentrándonos
en las razones
de nuestros cuerpos.
Qué opción la nuestra
sino recuperar la piel,
latidos y verbos
maltrechos.
Me entrego a tu ser
como gaviota en puerto;
la mar de ayer a lo lejos,
y olas son los vientos
remando en los sueños.
Estos destellos sin destino,
la luna asomando miedos,
y te observo pausadamente,
sin tú saberlo.
Al fondo sombras de encinas,
luz tenue en los campos,
surge en nuestro tiempo
el sentido verdadero
de lo correcto.
Presiento caminar los segundos,
revivo tus peores recuerdos,
y en versos
que jamás nadie te escribiera
los reconstruyo
para desaparecerlos.
A letra de suspiros
de estrella
en tus labios los escribo
a los míos presos.
Me entrego a tu ser
sabiéndote sueños en vuelo;
amarnos en aguas y desiertos
nuestro presente más cierto.
Aceptando este léxico,
poseer la práctica del deseo,
sin más documento de estrellas
que cuanto en huellas propias
en nosotros aseguremos.